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viernes, 10 de enero de 2014

LA FAMILIA, PILAR FUNDAMENTAL DE TODA SOCIEDAD 6

SEXTA PARTE
LA SALUD

Hace algunos años leí un reportaje (en internet) sobre la vida de un hombre muy generoso, que dedicó la mayor parte de su vida a cuidar a su esposa, enferma de Alzheimer. El hombre sacrificó su propia felicidad para hacer que su esposa tuviera una vida lo más placentera posible, a pesar de las enormes dificultades que eso conllevaba. El hombre se conformaba con aliviar los males de una enfermedad incurable y que aumentaba día a día. ¿Cuál era su recompensa, por dedicar tanto tiempo al cuidado de su mujer? Sólo verla a ella feliz, o por lo menos, con menos molestias. Así como la historia de ese hombre hay muchas. En esos casos sí que podemos hablar de verdadero amor.
¿Quiénes están dispuestos a sacrificarse como ellos? No sería fácil encontrar gente con esa disponibilidad y espíritu de sacrificio. Sé que muchos dirían “yo también lo haría…” Pero no basta con decirlo, habría que demostrarlo. Yo creo que la gran mayoría de los seres humanos seríamos incapaces de hacerlo.

La falta de buena salud es una espina muy dura que se aloja en el corazón de muchas familias. Hay enfermedades hereditarias o de otra índole, que aquejan a muchas personas ya antes de para a formar parte de una relación sentimental. Otras enfermedades se manifiestan durante la relación. La gran mayoría de las enfermedades se produce por descuidos en la alimentación o por tener costumbres sedentarias, con ausencia de ejercicio físico adecuado. La mayoría de las veces, se debe a la combinación de esos dos errores. También hay enfermedades producidas por accidentes, ya sea de trabajo, de tránsito a causa de actividades deportivas u otras. Todas ellas se deben a errores y descuidos.

Podríamos resumir que la gran mayoría de las enfermedades ocurren porque nosotros dejamos que éstas aparezcan o se desarrollen. Esto demuestra una gran falta de responsabilidad para con nosotros mismos y para quienes nos rodean. Las bebidas alcohólicas, el tabaco y muchas otras drogas de diversa índole contribuyen a agravar las enfermedades o provocar otras nuevas. Las legislaciones de todos los países son demasiado benevolentes en este sentido. Debería legislarse, de tal modo que se castigue a quienes provocan o se auto provocan enfermedades. Antes se debe llevar a cabo campañas de salud que informen cabal y efectivamente a toda la población sobre cómo evitar las distintas enfermedades, mejorar las condiciones de trabajo en todas las industrias, oficinas, comercios de toda índole, etc.

En todos los lugares de trabajo deberían existir instalaciones y equipos sanitarios que faciliten o hagan posible la prevención de las enfermedades. En todas las escuelas y otros lugares de estudio deberían existir todos los mecanismos adecuados para orientar a los alumnos y profesores en la mejor forma de sentarse para leer y escribir o cómo utilizar diversos objetos o aparatos, de tal manera de acostumbrarse a evitar deformaciones en la columna vertebral o situaciones que provoquen accidentes o enfermedades, como el túnel carpiano. VER

Las parejas deberían tener una información completa sobre todas las formas de prevención de enfermedades y de cómo curarlas, cuando éstas aparecen. O estar preparadas para que, por lo menos, se den cuenta a tiempo de la aparición de éstas, reconociendo los síntomas que las caracterizan. Naturalmente que todo eso debe ir acompañado de una política sanitaria eficiente (de información y educación), que llegue a todas las familias. Muchas parejas o familias se rompen a causa de la falta de salud en el hogar. Si bien, muchas veces se logra la comprensión y ayuda de todos los miembros de una familia, otras tantas sólo se logran circunstancias de dolor y sufrimiento, que agotan la paciencia y la capacidad de soportar las molestias que las enfermedades ocasionan. Entre otras consecuencias está el mal humor, que afecta tanto al paciente como a quienes tienen que cuidar al paciente. Así, una enfermedad puede provocar otras enfermedades. Demás está decir que las enfermedades pueden minar aún más las precarias condiciones económicas en las que viven  muchas familias. Los tratamientos y operaciones, más los consiguientes gastos en medicinas y otros accesorios sanitarios conducen fácilmente a la ruina económica a millones de familias, en el mundo entero. Es aquí donde se necesita más ayuda, si se quiere salvar a las familias, en lugar de intentar obligarlas a aceptar dogmas de una u otra creencia religiosa, como es la meta de los obispos españoles y de otros pastores y sacerdotes de distintas religiones, en diversos países.


LA SEXUALIDAD

Si bien es cierto, las parejas que sólo tienen el sexo como meta común, están destinadas al fracaso, también es verdad que la sexualidad juega un rol muy importante en toda relación sentimental, salvo en aquellos casos en los que por enfermedad o invalidez no se pueda llevar a cabo el acto sexual. Si tenemos todos los órganos que nos permiten el uso de los sentidos, debemos usarlos. Si tenemos intacta o en relativamente buen estado el sentido de la visión, debemos disfrutar de todo lo bello que nos muestra la Naturaleza o el arte, manifestado en cualquiera de las formas posibles, a través de la escultura, la pintura, la arquitectura, etc. La simple admiración de una choza de paja nos puede llenar de enorme deleite. El ver la sonrisa de un hijo o una hija, o de cualquiera de nuestros seres queridos es como una caricia. ¿Cómo podíamos renunciar, voluntariamente a todo eso? En la misma forma, si tenemos una capacidad y necesidad sexual, debemos disfrutar de esa actividad, preocupándonos de hacer feliz a la pareja. Creo que es una de las actividades en las que los dos miembros de la pareja se deben complementar, intentando dar de sí todo lo que puedan y siempre con el consentimiento de cada uno y en la forma más saludable posible. La negación a satisfacer a la otra parte, con la excusa de no sentirse bien o por una u otra causa ambigua, puede ser muy negativo para la relación. Si no se desea hacer el amor, hay que decirlo claramente, sin rodeos. Si el deseo sexual no se manifiesta, puede ser señal de enfermedad o de pérdida de interés por la pareja. En este último caso puede ser lo mismo que pérdida de amor. Entonces se debe reflexionar sobre la continuación de vida en conjunto con esa pareja o no. Por supuesto que si la pérdida de interés se debe a una verdadera enfermedad, se debe respetar la negación o rechazo. En todo momento se debe buscar (conjuntamente) las causas de la pérdida de interés sexual, que no siempre es falta de amor.

Sea cual sea el motivo por el cual una de las dos partes se niega a tener relaciones sexuales, jamás se debe obligar a la pareja a hacerlo, en contra de su voluntad. El estar casados o ser convivientes no da derecho a forzar a nadie a hacer el amor. En muchos países, como Suecia, está prohibido hacerlo. En ese caso, se considera violación, y los castigos son los mismos que para todos los otros violadores. Ojalá en todos los demás países también se legislara sobre ese delito. El tema sexual es algo que todas las parejas deben abordar con suma dedicación, antes de decidirse al matrimonio o a la convivencia. Se debe estar consciente de que la pasión puede ser pasajera. Muchas veces sólo es experimentación, por ambos o por una de las partes que participan de una actividad sexual. Esa pasión puede cegar a una o a las dos personas y confundirla con amor. Es uno de los problemas que más afecta a una pareja. Muchas veces, eso origina obsesiones por una de las partes, que cree ser dueña de la otra. Una obsesión puede llegar a transformarse en una enfermedad muy peligrosa, porque desvirtúa el sentido de una relación, que debe ser elegida en forma voluntaria y todos los actos que se lleven a cabo entre la pareja también lo deben ser. La obsesión, el ser posesivo, junto a los celos, puede llevar a acciones destructivas y en algunos casos pueden ser, incluso, delictivas.

LA SINCERIDAD O EL ENGAÑO

Ya me he referido (en muchos artículos anteriores en mis blogs y páginas web) a este tema, en repetidas ocasiones. Hay mucha gente que va en busca de víctimas para robarles su dinero, de una u otra forma. Es fácil, para esos (o esas) delincuentes engañar a otras personas, haciéndose los enamorados (enamoradas). Las tretas que utilizan son innumerables. Fingen amor e interés y hasta llegan a simular que tienen los mismos gustos y aspiraciones de la víctima. Pero la finalidad es apoderarse del dinero o de los bienes de otras personas. La simulación puede durar todo el tiempo que necesiten para llevar a cabo sus planes, que van desde el simple aprovechamiento (en el que incluyen a miembros de su familia, haciendo gastar dinero a la víctima para financiar diversas actividades, incluidas las comerciales) hasta la planificación de un asesinato. Muchas de las víctimas no se dan cuenta de que han sido o están siendo engañadas hasta que ya es demasiado tarde. Otras se dan cuenta desde un comienzo de que todo se trata de un engaño y logran separarse de la nefasta compañía, no sin antes haber perdido una buena cantidad de dinero. La decisión de terminar con la relación ocasiona disputas, en muchos casos, en las que la victimaria o victimario acusa a la víctima de una serie de irregularidades y miente descaradamente, llegando a utilizar la calumnia y la injuria. Quienes más utilizan esa forma de enriquecerse o de despojar a sus víctimas de bienes y dinero, que muchas veces les ha costado muchos años de sacrificio obtener a las víctimas, son mujeres. Estas son, en realidad, prostitutas que se disfrazan de inocentes novias. Al mismo tiempo que mantienen una relación sentimental con la víctima, tienen contacto (y hasta relaciones directas) con otros hombres. La sinceridad, en una relación sentimental, es absolutamente necesaria. Pero es muy difícil saber cuándo una persona es sincera y cuándo no lo es. Por ese motivo, por mucho que se crea querer a alguien, debemos poner a prueba a la futura pareja, estudiarla bien y asegurarnos, en lo posible, de que sus intenciones son sinceras.

LAS CREENCIAS RELIGIOSAS

Aquí llegamos a un punto muy delicado, que puede ocasionar enormes dificultades, especialmente para quienes están en minoría, en un ambiente adverso. Para el fiel de una religión ya es desagradable, muchas veces, tener que soportar las continuas declaraciones religiosas de la gente que hay en derredor, en la calle, en los comercios, en el trabajo, etc. Peor aún si ese fiel debe soportar las expresiones religiosas de su propia pareja o de la familia de ésta. Si usted es católico o protestante, se podrá imaginar lo difícil que sería, para usted, ser miembro de una familia musulmana, en un país con leyes musulmanas. Gran parte de la música que oye tiene influencia musulmana. Todo el mundo nombra a Alá en las calles y todos los parientes agradecen a Alá por cualquier cosa y le recuerdan constantemente la importancia del ayuno, de leer el Corán, etc. Y varias veces al día verá cómo la gente interrumpe sus actividades para hincarse en el suelo y, mirando en dirección hacia la Meca, se ponen a orar. Para un musulmán es lo mismo, si vive en un país católico. Si tiene un hijo en la escuela, en algunos países lo hacen rezar y alabar a la virgen y a los santos. En la recepción de la escuela hay estatuilla de una virgen, adornada con lujosas ropas y flores. En los hospitales y hasta en algunos bancos hay imágenes o esculturas de otra virgen. Cada vez que usted saluda a alguien le dicen “gracias a Dios” por cualquier cosa y le dan la “bendición” a usted y a sus hijos, sin que usted lo pida. Le imponen toda una serie de frases que usted se tiene que tragar. En algunos países, si viaja en un medio de locomoción pública, como buses o taxis, hay estampas de Jesús, de santos y vírgenes colgados por doquier. Si usted es librepensador y no cree en Dios, es aún peor, porque no tiene un lugar tranquilo ni en unos ni en otros países. En todos ellos usted siente que le quieren imponer algo a la fuerza. Lo quieren hacer partícipe de algo con lo que usted no está de acuerdo. Y si manifiesta su desacuerdo, lo miran en forma extraña, como si usted fuera de otro planeta. A la gente no le cabe en la cabeza que existan personas que no crean en Dios. Y tratarán de “salvarlo”, porque usted es tonto, ignorante, o una "oveja descarriada". En el peor de los casos, usted está "dominado o poseído por el demonio", aunque usted no cometa delito alguno, trate a todos con respeto y tenga buen espíritu de colaboración.

No es fácil tener una relación cuando hay distintas creencias en la pareja. Tarde o temprano aparecen serios problemas, que se van agudizando. Desde el comienzo, si se trata de matrimonio, éste debe ser por la iglesia. Si se es de otra religión hay que renunciar a ella. Y se es ateo o agnóstico, debe someterse a lo que diga la iglesia, de todas formas. Después, cuando nacen los hijos, viene la presión por bautizarlos, de una u otra forma y de darles todos los sacramentos que exige la determinada religión, así como el cumplimiento de la asistencia a misa o a las reuniones, aunque últimamente cada vez son menos los fieles que obedecen a esas obligaciones. Es más, ni siquiera las toman como obligaciones. Pero la influencia continúa, de una u otra forma. Para muchos, esas diferencias no tienen mayor importancia, porque nadie sigue los preceptos de las religiones. La gente cree en Dios (los católicos creen, además en sus miles de santos y vírgenes) pero tiene desconfianza de los sacerdotes y pastores. A veces esa desconfianza es justificada. Otras, no. Pero es muy común oír a la gente decir “Yo no creo en los curas, pero sí en Dios. No voy a la iglesia, pero sí que creo en la Biblia”. De todos modos, el tema de la religión debe analizarse bien, antes de decidirse a llevar una vida en común. Antes de unirse, la pareja tiene que tener claro cómo va a educar a sus hijos, si éstos van a ser bautizado o no y en qué religión, en ese caso.

  
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